Cuando Dios creó a la mujer: un poema lleno de maravillas divinas

En la vastedad del universo,
donde los secretos se ocultan en cada estrella,
Dios suspiró profundamente,
y creó a una criatura tan bella.

Índice
  1. La mujer, obra maestra de la creación
  2. La mujer, fuente de amor y valentía
  3. La mujer, ser único e irrepetible

La mujer, obra maestra de la creación

Con delicadeza y esmero,
Dios diseñó cada detalle,
mezclando gracia y fuerza,
en una combinación celestial.

En sus ojos, el brillo de la aurora,
reflejando la calma del anochecer,
un universo de emociones,
que solo ella puede entender.

En sus labios, la dulzura del néctar,
capaz de curar cualquier herida,
con palabras que son poesía,
y una sonrisa que ilumina la vida.

La mujer, fuente de amor y valentía

En su corazón, la pureza de una madre,
dispuesta a darlo todo sin medida,
un amor incondicional y eterno,
que trasciende cualquier barrera.

En su mente, la sabiduría ancestral,
que despierta la curiosidad sin fin,
una sed insaciable de conocimiento,
que la impulsa a alcanzar su propio destino.

En su espíritu, la valentía indomable,
que la impulsa a enfrentar cualquier adversidad,
una fuerza que desafía lo imposible,
y que la convierte en una luz en la oscuridad.

La mujer, ser único e irrepetible

En su ser, la magia de la creación divina,
una sinfonía perfecta de formas y colores,
un poema en movimiento,
que inspira a soñar y a amar con fervores.

Porque cuando Dios creó a la mujer,
lo hizo con amor y dedicación,
con la intención de que su existencia,
sea un regalo para toda la creación.

La mujer, ser excepcional,
embellece el mundo con su esencia,
un tesoro inigualable,
que merece nuestra más profunda reverencia.

Así que celebremos a las mujeres,
con respeto y admiración,
porque son la evidencia viva,
de la perfección de la creación.

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